
Diego Fernández Slezak: «La inteligencia artificial nos está rehumanizando»
Diego Fernández Slezak, doctor en ciencias de la computación y experto en inteligencia artificial, comparte cómo esta tecnología está cambiando nuestra forma de interactuar y trabajar. Oportunidades para el desarrollo de esta tecnología en Argentina
Diego Fernández Slezak es un verdadero referente del talento argentino en el mundo de la IA. Doctor en Ciencias de la Computación, dirige el Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la UBA y combina su rol de investigador con el de docente.
Durante su doctorado, se metió de lleno en modelos biológicos complejos y ganó el prestigioso premio Ph.D. Fellowship de IBM. Con una carrera marcada por la innovación y la visión estratégica, es imposible no destacar su impacto en la academia y en el desarrollo tecnológico. Junto a él, exploramos hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial.
«Todo aquello que podamos medir, la inteligencia artificial lo puede replicar»
Fernández Slezak comienza explicando los fundamentos de la IA: «La inteligencia artificial aprende a partir de datos, y esos datos son números. Lo que hace muy bien es encontrar patrones en esos números y replicarlos lo mejor posible, disminuyendo el error», dijo.
Esta afirmación ilustra por qué herramientas como los sistemas de diagnóstico médico o las aplicaciones de clasificación de datos son tan eficientes. Según el doctor en ciencias de la comunicación, estas áreas tienen algo en común: son cuantificables. «En ajedrez, por ejemplo, podés medir probabilidades de ganar según las posiciones en el tablero. Es un entorno lleno de números, y ahí la IA tiene mucho para ganar», explica.

De todos modos, hay una dimensión humana que sigue desafiando a las máquinas. Por ejemplo, el concepto de empatía. Aunque un modelo como ChatGPT puede parecer empático, el entrevistado enfatiza que esta «empatía» es solo el resultado de un entrenamiento basado en retroalimentación humana. «ChatGPT es tan empático como los datos que recibió durante su entrenamiento. Si los usuarios (que lo entrenaron) le dieron dedito arriba para una respuesta de empatía, el modelo aprendió que esa es una respuesta de empatía», dijo. Y añadió: «Todo lo que se pueda cuantificar la IA tarde o temprano va a poder replicarlo igual o mejor que nosotros».
La emoción en la inteligencia artificial: ¿real o aparente?
Consultado sobre la capacidad de la IA para simular emociones, Fernández Slezak plantea una cuestión filosófica: ¿Qué es la emoción realmente? ¿Es el promedio de deditos arriba y abajo, o es algo más complejo que se puede describir cualitativamente de forma más filosófica y ¿el número es un proxy a esa emoción y mide solo una parte?», analizó.
Para los usuarios, la experiencia puede ser tan convincente que la línea entre lo artificial y lo humano se vuelve difusa. Incluso el trato cortés hacia una IA, como decir «por favor» o «gracias», puede influir en las respuestas del modelo. «Esos patrones de interacción están en los datos, y el modelo aprende a responder acorde a ellos. Pero eso no significa que entienda o sienta emoción», aclara.

¿Podría la inteligencia artificial reemplazar a los docentes?
La conversación se torna aún más interesante cuando se plantea el tema de los docentes y la posibilidad de que la IA ocupe su lugar en el aula. El experto explica que no se trata de reemplazar personas, sino tareas específicas. «Si hablamos de buscar contenido o explicar un proceso matemático, la inteligencia artificial puede hacerlo. Pero ser docente es muchísimo más que eso».
Para Fernández Slezak, un docente no solo transmite conocimiento, sino que también tiene la capacidad de leer emociones, conectar con sus estudiantes y adaptarse a sus necesidades. «Un docente es la calidez con la persona que tiene enfrente, que un chico haya llegado con mala cara, identificarlo y preguntarle qué paso en la casa. El docente es muchísimo más que enseñar la división», afirma.
No obstante, explica que el concepto de escuela y la figura del docente van más allá de estas herramientas. «Es una visión holística. Uno puede argumentar que, con suficiente tecnología, podríamos reemplazar cada tarea humana, y decir qué pasa si te pongo un robot que cuando suena el timbre sale a jugar al fútbol al recreo. Todo, llevado al extremo, es reemplazable por IA pero ahí la pregunta es si queremos».

«La inteligencia artificial nos está rehumanizando»
En un giro inesperado, Fernández Slezak destaca un aspecto optimista de la IA: su capacidad para rehumanizarnos. «Venimos de décadas de deshumanización. La tecnología ha avanzando muchísimo en los últimos 50, 100 años y muchísimas tareas que, con la tecnología, son automatizables, que la hacíamos como humanos y nos alejaban de la humanidad. La ternura, cariño, acompañar al otro se ha perdido un poco en la últimas décadas. Y ahora la inteligencia artificial tiene todo eso y más. Entonces, a diferencia de lo que muchos creen yo creo que la inteligencia artificial nos está rehumanizando. Nos vino a poner sobre la mesa que aquellas tareas que eran automatizables, y que no valían la pena, no son la esencia de lo que somos, ahora la IA se acera mucho a ellas y nos hace reflexionar acerca de quien somos nosotros y qué queremos hacer. ¿Queremos hacer las tareas rutinarias que pueden hacer bien las computadoras o queremos hacer esas tareas más humanas que perdimos de vista?».
Esta rehumanización, según Fernández Slezak, también sirve para cuestionar conceptos como las emociones en la IA. «La inteligencia artificial no se emociona. La inteligencia artificial replica el numerito por el cual yo medí algo que vos decís que es una emoción pero la emoción es mucho mas que eso. Hay un filósofo argentino que vive en Francia y habla de la corporalidad de las emociones: ¿viste cuando te enamorás y te da cosquillas en la panza? ¿O algo te da nervios y lo sentís en todo el cuerpo», dice. Y concluye: «La rehumanización pasa por ver más allá de lo que la IA puede replicar».

El potencial del talento argentino en un país en desarrollo
La inteligencia artificial tiene algo que la hace única: depende más de la inteligencia humana que de recursos materiales. Esto, en un país como Argentina, representa una gran oportunidad. «Hay industrias que requieren infinita inversión, como una planta química o la extracción de petróleo. La IA, en cambio, necesita recursos humanos, formación académica. Y en eso Argentina siempre se ha destacado«, comenta el entrevistado.
Con un sistema educativo reconocido y profesionales de alto nivel, el país tiene las bases para competir globalmente en un sector que requiere baja inversión inicial y ofrece resultados enormes. Además, la IA se presta para exportaciones rápidas y directas. «No necesitás barcos ni containers; abrís un sitio web», explica.
El verdadero desafío está en elegir los nichos adecuados para desarrollarse. «No podés decir ‘quiero ser un polo de inteligencia artificial’. Eso no significa nada si no definís un plan claro. La clave es enfocarse en sectores estratégicos donde ya tenemos ventaja».
Históricamente, Argentina ha sido fuerte en agroindustria y biotecnología. Desde hace más de un siglo, el país ha liderado en innovación agrícola. «El agro argentino no es tirar semillas y esperar que crezcan. Es una industria ultra tecnologizada. Y ahora, con la inteligencia artificial, se pueden optimizar aún más los procesos», asegura.

Otro sector con gran potencial es la salud. «Argentina tiene un sistema de salud pública único en el mundo, gratuito y de calidad. Incluso el turismo médico viene a aprovecharlo», destaca. La combinación de tecnología avanzada y la experiencia acumulada en medicina podría posicionar al país como líder en aplicaciones de IA en salud.
Inteligencia artificial en acción
Consultado sobre en qué trabaja actualmente, explica que su experiencia abarca desde el análisis de salud mental con IA hasta imágenes médicas avanzadas. «Durante años trabajé en procesamiento de lenguaje para tratar de detectar brotes psicóticos o depresión. Ahora en los últimos cinco, siete años estoy más enfocado en imágenes como resonancias magnéticas, mamografías y radiografías y de hecho abrí una empresa que comercializa ese tipo de productos», comparte.
Actualmente, su trabajo combina lo mejor de ambos mundos: análisis de imágenes y tecnología de grandes modelos de lenguaje. «¿Cómo podemos usar estas nuevas tecnologías, como los modelos de lenguaje, para mejorar la interpretación de imágenes médicas? Por ejemplo, la IA puede segmentar partes del cerebro o identificar lesiones específicas y luego generar un reporte cuantitativo para el especialista», explica.

El impacto ya es tangible. Antes, un médico debía analizar resonancias manualmente, identificando lesiones y estimando tamaños. Ahora, la IA no solo detecta las anomalías con precisión, sino que proporciona datos exactos y además se está logrando que también genere reportes interpretativos.
Pero aclara que el diagnóstico final sigue siendo responsabilidad del especialista, quien evalúa al paciente de forma integral. La inteligencia artificial resuelve mejor que nosotros las cosas que se pueden medir, pero hay un montón de información que solo un médico puede interpretar, como cómo camina el paciente o lo que dice sobre sus síntomas, explica.
El camino es claro: la IA no reemplazará al médico, pero sí transformará su trabajo. «Lo que medimos es solo una porción del paciente», dice. El desafío está en integrar tecnología y humanidad para ofrecer mejores resultados.
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