Así funciona el etiquetado energético para smartphones: más allá de la batería
Una nueva normativa obliga a informar con claridad cuánta energía consume un celular, cuánto dura su batería y qué tan fácil es de reparar. Así cambia la forma de elegir tecnología.
Imagina entrar a una tienda, mirar un celular y ver, pegado al costado de la caja, un cartel con una gran letra verde que dice “A”. O, peor, una temida “G” en rojo furioso. No es un spoiler de rendimiento, ni una calificación escolar: es la nueva etiqueta energética obligatoria para smartphones y tablets en la Unión Europea, que desde el 20 de junio de 2025 apunta a revolucionar el consumo tecnológico.
Sí, como los electrodomésticos. Y no, no es un detalle menor.
¿Qué es el etiquetado energético?
Hasta ahora, cuando comprabas un celular, te guiabas por la cámara, el procesador o si tenía “modo noche”. Pero en la mayoría de los casos no sabías cuánta energía consumía realmente, cuánto duraba la batería después de un año o qué tan fácil sería repararlo si algo fallaba. Esa información quedaba oculta en manuales técnicos —o directamente ni existía—.
Con el nuevo etiquetado energético europeo, eso cambia. A partir de ahora, cada teléfono o tablet debe mostrar de forma clara su rendimiento energético y otros datos clave, como la autonomía de la batería, la durabilidad del dispositivo, su resistencia a caídas y salpicaduras, y qué tan fácil es de reparar.

Todo esto se traduce en una letra de eficiencia energética (de la A a la G), visible en tiendas físicas, sitios web, catálogos y publicidades. Además, se incluye un código QR que lleva a una ficha técnica completa, registrada en la base de datos oficial de la UE (EPREL).
¿Y para qué sirve todo esto?
El objetivo es doble: ayudar al consumidor a tomar decisiones más informadas y presionar a la industria para fabricar productos más sostenibles. En palabras simples, que podamos elegir mejor, y que los dispositivos duren más, se reparen con mayor facilidad y consuman menos energía.
La Unión Europea no se anda con rodeos: estima que solo los móviles y tablets vendidos en su mercado consumieron más de 36 teravatios hora en 2020. Eso equivale a lo que usan anualmente más de 10 millones de hogares. Con esta medida, esperan reducir ese consumo en un 35 % en los próximos años.
Y hay más: al exigir que los fabricantes garanticen hasta 5 años de actualizaciones de software y disponibilidad de repuestos por 7 o 10 años, también se está atacando directamente la obsolescencia programada.

Elegir con cabeza (y con etiqueta)
La etiqueta energética no solo mide el consumo. También revela si la batería mantiene su capacidad después de muchos ciclos de carga, si el teléfono sobrevive a varias caídas sin estallar en pedazos, y si podés cambiar la pantalla o la batería sin tener que hipotecar tu sueldo.
En ese sentido, se convierte en una herramienta poderosa: no solo para que sepas qué compras, sino para que los fabricantes compitan por diseñar dispositivos más responsables, duraderos y reparables.
¿Y si no estás en Europa?
Por ahora, esta normativa solo aplica dentro de la Unión Europea. Pero como suele pasar con regulaciones ambientales o de privacidad, es probable que su efecto se extienda globalmente. Fabricar una versión para Europa y otra para el resto del mundo no siempre tiene sentido económico, así que muchas marcas podrían adoptar los estándares europeos a nivel global.

Además, esta etiqueta puede influir en cómo miramos los dispositivos desde cualquier parte del mundo. ¿Por qué aceptar un celular que no se puede reparar, que no recibe actualizaciones o que tiene una batería que se degrada en un año, si hay otro que lo supera en todo y encima consume menos energía?
Una nueva forma de pensar la tecnología
Este etiquetado no es solo una etiqueta. Es una declaración: la tecnología también tiene que ser sostenible. Durante años, la industria se basó en un modelo de consumo rápido, de cambio constante, de productos difíciles de reparar y fáciles de desechar. Hoy, la UE propone algo distinto: una tecnología que dure, que sea eficiente, que te dé información clara y te deje decidir con conciencia.
No es solo una cuestión ambiental. Es también una oportunidad para que como usuarios tengamos más poder de decisión, cuidemos el bolsillo y exijamos mejores productos.
Porque elegir bien ya no es solo elegir lo más nuevo o lo más caro. Elegir bien es también elegir lo más eficiente, duradero y reparable. Y ahora, gracias al nuevo etiquetado energético, eso está mucho más cerca de ser una realidad.
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