Columna de Opinion

Identidades robadas en la dark web: el rostro vivo como última defensa

En un mercado clandestino cada vez más sofisticado, las identidades se venden como productos al mejor postor. Ante este panorama alarmante, la biometría con prueba de vida emerge como la defensa más eficaz para protegernos del fraude y recuperar la confianza digital.

Tomás Castañeda, Product Development Director en Sovos.

En las entrañas de la dark web, lejos del alcance de los motores de búsqueda, opera un mercado negro cada vez más sofisticado: la compraventa de identidades. Como si se tratara de un e-commerce legal, los ciberdelincuentes ofrecen documentos falsificados en plataformas con carrito de compras, pagos con criptomonedas y hasta «planes premium», según la cantidad de datos adquiridos.

Hoy, falsificar un documento es más fácil y barato que nunca. Plataformas ilegales en la dark web permiten generar documentos falsos de alta calidad por apenas 15 dólares, según un reportaje reciente de 404 Media.

Una identidad completa —DNI, redes sociales, correo electrónico y tarjetas de crédito— puede venderse por unos 1.000 euros. En Chile, en 2024, un hacker ofrecía los datos personales de 14,6 millones de ciudadanos por solo 500 dólares. Una tarjeta de crédito con saldo disponible de 5000 dólares puede conseguirse por apenas 110 dólares, según el Dark Web Price Index 2023. El negocio escala con una lógica perversa: mientras más datos se filtran, más barato se vuelve robar identidades.

Las consecuencias invisibles del robo de identidad

Estamos frente a una crisis silenciosa, donde nuestra identidad —nombre, rostro, movimientos digitales— puede terminar en manos de criminales que la usarán para abrir cuentas bancarias, solicitar préstamos o cometer fraudes complejos. Las víctimas de este delito no solo sufren un impacto económico, sino también un desgaste emocional enorme: años de gestiones legales, pérdida de acceso a cuentas esenciales y el constante temor de volver a ser vulnerados.

En foros clandestinos de la dark web, los ciberdelincuentes comercializan identidades completas con la misma facilidad que productos en una tienda online.
En foros clandestinos de la dark web, los ciberdelincuentes comercializan identidades completas con la misma facilidad que productos en una tienda online.

Este fenómeno, lejos de disminuir, se amplifica por dos factores clave: la facilidad con la que los datos pueden obtenerse y la profesionalización del delito. Lo más alarmante es que ya se han detectado casos de ciudadanos latinoamericanos que venden voluntariamente sus datos biométricos en la dark web, abriendo la puerta a fraudes imposibles de rastrear.

¿Qué se puede hacer frente a esta amenaza? La tecnología es parte del problema, pero también de la solución. En este nuevo escenario, herramientas como la biometría facial con prueba de vida o “liveness” se han convertido en aliadas esenciales. Esta tecnología, basada en inteligencia artificial, permite verificar que una persona esté realmente presente —y viva— en el momento de validar su identidad. Detecta intentos de fraude mediante fotos, máscaras o videos pregrabados.

A esto se suma la verificación documental con algoritmos entrenados para identificar documentos falsificados, el uso de “listas de denegación”, que contienen rostros de personas asociadas al fraude y el cruce de datos con fuentes oficiales para elevar el nivel de precisión. Estas capas tecnológicas ya no son una opción, sino una necesidad urgente.

Innovación constante: clave para enfrentar amenazas emergentes

En este aspecto, los proveedores de confianza digital tenemos la responsabilidad de nunca detener la investigación ni la innovación. Los patrones de fraude evolucionan constantemente, y nuestra misión es anticiparlos.

La lucha contra la suplantación de identidad es una carrera constante, donde atacantes y defensores compiten por estar un paso adelante. Si bien, la inteligencia artificial ha acelerado esta dinámica, la misma, bien aplicada, puede convertirse en una buena defensa si se implementa con ética y visión de futuro.

El riesgo no es solo para las personas. Las empresas también se ven afectadas: pierden dinero, credibilidad y, sobre todo, la confianza de sus clientes. Incluso las compañías aseguradas enfrentan costos reputacionales y el aumento de primas cuando se vuelven blancos frecuentes de fraude. Sin sistemas de verificación sólidos, el daño puede ser irreversible.

Hoy más que nunca, el rostro humano —único, dinámico, vivo— se convierte en la última frontera real frente al robo de identidad. Recuperar la confianza en las transacciones digitales no depende solo de leyes o políticas públicas, sino de decisiones tecnológicas valientes y responsables. Apostar por la identidad digital segura es, en definitiva, proteger nuestra ciudadanía en el mundo digital.

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