
Estados Unidos se convierte en accionista de Intel y va por más
La Casa Blanca adquirió casi el 10 % de Intel sin pagar un dólar, un movimiento histórico que refuerza sectores críticos y prepara el terreno para un fondo soberano de inversión nacional.
En una jugada que redefine los límites tradicionales de la economía estadounidense, el Gobierno de EE.UU. concretó una inversión de $8.900 millones que se traducen en una participación del 9,9 % (cercana al 10 %) en Intel. Este capital, proveniente de fondos no desembolsados de la Ley CHIPS y el programa Secure Enclave, se convierte en acciones valorizadas en unos $11.000 millones, señala Intel en su comunicado oficial.
Una inyección sin desembolso directo… y con expectativas altas
El presidente Donald Trump utilizó su plataforma Truth Social para exaltar el acuerdo: “No pagamos nada por las acciones, todo el valor ‘va a EE.UU.’”, afirmó, calificándolo como un “gran trato” tanto para el país como para Intel. Y no fue todo: prometió replicar este tipo de tratos “todo el día”.
El Gobierno busca más inversiones estratégicas
Kevin Hassett, asesor económico de la Casa Blanca, introdujo la idea de que esa no será una operación aislada, sino el inicio de una estrategia más amplia. Se habla incluso de la creación de un fondo soberano de inversión orientado a tomar participaciones —sin control operativo— en sectores estratégicos como defensa, manufactura y tecnología.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, sugirió que industrias como la construcción naval podrían estar en la mira, aunque destacó que empresas como Nvidia “no necesitan ayuda financiera”.
Intel advierte sobre posibles riesgos
En un informe presentado ante la SEC, Intel advierte que la intervención gubernamental sin control directo podría afectar sus ventas internacionales —76 % del ingreso proviene del exterior, incluyendo 29 % de China— y complicar la obtención de futuros subsidios. Además, destaca riesgos como mayor regulación extranjera, dilución de votos accionarios y eventual conflictos de interés político, señalados por analistas financieros.
Debate político: ¿intervención o estrategia nacional?
La medida ha desatado una fuerte polémica: varios republicanos —como el senador Rand Paul— calificaron la acción de “socialista”. Desde el Instituto Cato alertaron que esta dinámica puede llevar a decisiones imprudentes en empresas como Intel, tomadas más por alineaciones políticas que por mérito empresarial.

Por otro lado, algunos conservadores, bajo el argumento de “capitalismo Trump”, defienden la estrategia como una forma de recuperar influencia industrial, atraer inversiones y asegurar empleos nacionales. Sin embargo, hay quienes advierten que puede desincentivar la innovación a largo plazo, especialmente si las decisiones corporativas se toman bajo presión política.
¿Qué ocurre con Intel detrás de cámaras?
Según el Wall Street Journal, el acuerdo se selló tras una presión política: Trump había exigido la renuncia del CEO Lip-Bu Tan por supuestos lazos con China. Tras una reunión personal en la Casa Blanca, Tan logró permanecer al frente de la empresa, aunque a cambio se otorgó la participación gubernamental. Este episodio ilustra cómo las tensiones entre el sector público y la industria pueden influir directamente en las estrategias corporativas.

Un nuevo modelo económico para EE.UU
La operación con Intel no es un acto aislado. El Gobierno ya ha establecido mecanismos similares con U.S. Steel (a través de una “acción dorada”) y MP Materials, y ahora considera expandir este enfoque hacia otros sectores estratégicos.
En este contexto, se perfila un modelo de industrial policy estadounidense, más cercano al intervencionismo económico. La gran pregunta es si este nuevo modelo fortalecerá la soberanía tecnológica y la competitividad o si, por el contrario, debilitará el libre mercado y la autonomía corporativa.
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