IA en la escuela: del miedo a la integración con propósito
La adopción acelerada de la IA en las aulas expone una brecha de acompañamiento: mientras los chicos la usan sin guía, docentes y familias aún buscan herramientas para integrarla de forma crítica, ética y segura.
Por Dani Buján. Especialista en EdTech y cofundadora de Auroria
Si te da miedo la IA, no estás solo. La mayoría de los adultos siente una mezcla de fascinación y desconfianza frente a una tecnología que avanza más rápido que nuestra capacidad para comprenderla. Pero mientras nosotros debatimos si es buena o mala, los chicos ya la usan todos los días, sin culpa y sin filtro.
Según UNICEF y UNESCO (2024), el 58 % de los adolescentes argentinos de entre 9 y 17 años utiliza inteligencia artificial para estudiar o hacer tareas, y casi siete de cada diez lo hace sin acompañamiento adulto.
Y el fenómeno no es local: un estudio global de Campus Technology (2024) indica que el 86 % de los estudiantes en el mundo ya incorpora IA a su rutina académica, aunque solo el 19 % de los docentes recibió formación formal sobre su uso (INCAE/UNESCO, 2025).
El riesgo no está en usarla, sino en hacerlo sin guía. Investigadores del MIT y la Universidad de Tokio (2023) observaron que delegar tareas cognitivas a sistemas de IA puede reducir hasta un 55 % la actividad cerebral en zonas asociadas al razonamiento y la atención. Pero además de esa llamada “deuda cognitiva”, hay otros riesgos más invisibles: exposición a contenidos inadecuados, vínculos digitales inapropiados o dependencia emocional de la tecnología.
La mayoría de los adultos siente que no tiene herramientas para acompañar ese cambio. Y esa distancia, entre lo que los jóvenes ya hacen y lo que los adultos aún temen, está generando una nueva brecha: la brecha de acompañamiento.
Porque mientras los chicos avanzan con naturalidad, los docentes y padres intentan entender un fenómeno que no eligieron, pero que ya forma parte del ecosistema educativo.
Prohibir no es la respuesta, ya que negarle la IA a los chicos es como negarles el lenguaje del futuro. Pero dejarlos solos tampoco lo es.
La clave está en enseñarles a convivir con la IA de forma crítica, ética y segura, y para eso hace falta un nuevo tipo de alfabetización digital: una que combine conocimiento técnico con acompañamiento pedagógico y emocional.
En el mundo, ya hay ejemplos que muestran que se puede.
- En Estados Unidos, Alpha School integra IA con supervisión docente y logró reducir un 30 % los tiempos para alcanzar objetivos curriculares.
 - En Toronto, la IA adaptativa se usa para personalizar el aprendizaje en educación especial, con avances sostenidos en inclusión.
 - En Nueva Gales del Sur (Australia), el rendimiento en matemática aumentó un 22 % tras capacitar a los docentes en IA aplicada al aula.
 - En Finlandia y Corea del Sur, los ministerios de educación incluyeron formación en inteligencia artificial en todos los niveles, desde primaria.
 
América Latina recién empieza a transitar ese camino. Un informe de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) advierte sobre “brechas estructurales” en la formación docente y en la definición de marcos éticos. Según el estudio, menos del 20 % de los docentes latinoamericanos recibió capacitación formal en IA, y apenas una de cada diez escuelas cuenta con políticas claras de uso.
Sin embargo, comienzan a surgir plataformas y herramientas desarrolladas con enfoque pedagógico, que priorizan la seguridad, el pensamiento crítico y la coherencia institucional por sobre la automatización. Ya existen proyectos en Argentina que demuestran que es posible integrar IA en las escuelas sin perder control ni propósito. Y quizás haya un nuevo incentivo para hacerlo.
De acuerdo con una encuesta reciente del CIS-UADE y Voices! (julio 2025), 6 de cada 10 familias priorizan la innovación tecnológica al elegir escuela, y el 72 % espera que los docentes sepan usar IA de forma pedagógica.
En un contexto donde muchas instituciones enfrentan caída de matrículas, este dato debería ser una señal: integrar la IA de manera responsable no solo beneficia a los alumnos y docentes, también fortalece la propuesta educativa y la sostenibilidad institucional.
La educación del futuro no puede ser ni tecnofóbica ni tecnoutópica. Necesita equilibrio, criterio y responsabilidad.
La inteligencia artificial no vino a enseñar por nosotros, sino a desafiarnos a enseñar mejor. Porque el verdadero riesgo no está en que las máquinas aprendan a pensar, sino en que nosotros dejemos de hacerlo.
Y ahí es donde la educación, con políticas, formación y herramientas diseñadas con propósito, tiene la oportunidad de marcar la diferencia.
Leer más
- El 90% de los incidentes de ciberseguridad tienen origen humano: Whalemate propone un cambio cultural para reducir el riesgo
 - Criptografía Post-Cuántica: ¿Por qué hay que complicarle la vida a las Computadoras Cuánticas?
 - Pedro Adamovic, CISO de Banco Galicia y referente global en ciberseguridad: “Vivo en estado de alerta”
 




