Columna de Opinion

¿Cómo impacta la IA en la educación y en los trabajos del futuro?

En las organizaciones y empresas existe una alta expectativa en relación al uso de la inteligencia artificial (IA) y, a pesar de haber un consenso sobre la necesidad de formación continua al respecto, aún no hay propuestas sistematizadas.

Según el estudio «What´s the future of generative AI?» de McKinsey de 2023, siempre las oleadas de tecnología afectaron más a las tareas de índole físico. Sin embargo, pareciera ser que esta nueva ola, la de la IA, tiene un impacto mayor en el trabajo ligado al conocimiento y, en particular, en las tareas relacionadas con la toma de decisiones y la colaboración. E, incluso, algunas capacidades como la creatividad, el razonamiento social y el emocional, la generación de patrones y categorías novedosas, se está alcanzando con mayor velocidad que la que se había previsto.

Así, es probable que las personas que se dedican a tareas educativas, legales, tecnológicas o, incluso, al arte, automaticen parte de sus trabajos antes de lo esperado, debido a que las IA generativas ya no solo son capaces de detectar patrones, sino que también están pudiendo producir contenido escrito, imágenes, audios y videos.

¿Qué es, entonces, lo que nos diferenciará como humanos? ¿La creatividad, la divergencia, la capacidad crítica, el deseo y la pasión? Y si no hay certeza y lo importante es hacer las mejores preguntas: ¿Todo esto se puede enseñar? ¿Y entrenar? ¿Y si hay un apagón tecnológico, desde el aspecto energético? ¿Qué tenemos que aprender?

Melina Masnatta, autora del libro “Educar en Tiempos Sintéticos. Pasión por enseñar. Deseo de aprender” de editorial Galerna.

Siguiendo con el análisis del informe de McKinsey, muchas de las personas que trabajan, independientemente de la industria o de la posición, han interactuado con herramientas de IA generativa. De hecho, la generación conocida como baby boomer utiliza herramientas con mayor asiduidad que la milenial. De todos modos, las empresas están necesitando cada vez más personas alfabetizadas en IA y la brecha entre la oferta y la demanda sigue siendo amplia.

En los noventa, para estar preparado para el futuro y poder aspirar a un buen trabajo, un saber “importante” era aprender computación y un idioma extranjero, preferentemente inglés. ¿Diríamos lo mismo hoy, promediando la segunda década del siglo XXI? Lo pongo, al menos, en duda, sobre todo con plataformas de traducción simultánea o de desarrollo de código que traen las IA. Hoy el mundo laboral tiene definiciones muy amplias y, por momentos, muy cambiantes. Pero sí está claro que en esos espacios las IA van a ocupar un lugar y, en consecuencia, las clases tienen que ser concebidas de un modo distinto.

“Educar en Tiempos Sintéticos. Pasión por enseñar. Deseo de aprender”, de Melina Masnatta.

Hace varios años que algunos países entre ellos Australia, Canadá, Países Bajos y Alemania incorporaron en el contrato la formación en STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas), en educación ambiental, multicultural y global, financiera, emprendedurismo y bienestar. Se trata de una formación con foco en las necesidades del mercado laboral y en una proyección de la sociedad. ¿Cómo lo hicieron? Los modelos que implementaron los países pueden variar, pero lo que no se modifica es que en todos los casos existen acuerdos multisectoriales, contratos que se comprometen a cumplir y sostener a largo plazo. Son nuevos contratos didácticos, que se adaptan a contextos emergentes y dialogan con protagonistas que van más allá de quien enseña y quien aprende, como las familias, organizaciones, empresas, comunidades, etc.

¿Estamos yendo a dónde queremos ir? Estamos en una época en la que ocurren fenómenos tales como el burnout y el poco engagement tensionan el propósito del mundo laboral, donde cada día se publica una nueva profesión que será amenazada por la IA y donde empresas ya cuentan con CEOs que son avatares creados con IA. De hecho, McKinsey estima que se pueden automatizar hasta el 70% de las actividades laborales. Definitivamente, el sentido del trabajo –o de las ocupaciones– está en reconfiguración. E, inevitablemente, el de la educación también.

Por Melina Masnatta, autora del libro “Educar en Tiempos Sintéticos. Pasión por enseñar. Deseo de aprender”, de editorial Galerna.

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