
Terapia ocupacional con tecnología: volver a moverse, comunicarse y vivir
Soledad Giménez, terapista ocupacional del Centro Hirsch, explica cómo la tecnología potencia la rehabilitación física y cognitiva, sin perder el enfoque humano. Avatares, sensores y dispositivos oculares ayudan a recuperar autonomía y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Volver a vestirse solo, sostener una taza o manejar un celular: estos actos cotidianos pueden convertirse en enormes desafíos para quienes atraviesan una enfermedad o lesión. En ese contexto, la terapia ocupacional aparece como una disciplina clave para que el paciente recupere su autonomía y calidad de vida. Así lo explica Soledad Giménez, terapista ocupacional del Centro Hirsch, quien destaca la importancia de una intervención personalizada, interdisciplinaria y, cada vez más, apoyada en tecnologías de última generación.
“Trabajamos para que el paciente vuelva a ser lo más independiente posible, como era antes de su enfermedad”, resume Giménez.
Rehabilitación con tecnología, pero sin perder el enfoque humano
Lejos de pensar la tecnología como reemplazo, en el Centro Hirsch se la utiliza como herramienta terapéutica y medio compensatorio. Desde tablets hasta sistemas de seguimiento ocular, el objetivo siempre es el mismo: potenciar el proceso de rehabilitación sin perder de vista las particularidades de cada persona.

“La tecnología no reemplaza al recurso humano. La usamos para complementar, para motivar más y para compensar una disfunción. Pero siempre hay un profesional observando, guiando, detectando cualquier cambio”, aclara Giménez.
Un ejemplo concreto es MOTMI, una plataforma desarrollada en Córdoba que permite realizar ejercicios físicos y cognitivos guiados por avatares en una pantalla. El sistema reconoce al paciente mediante sensores, ofrece estadísticas de progreso y permite adaptar las rutinas según las necesidades.
“Además de los ejercicios motores, los minijuegos que incluye implican demandas cognitivas. El paciente no solo mueve el cuerpo, también necesita pensar, concentrarse y recordar. Y eso genera mucho más interés que un ejercicio en papel”, describe.
El uso de Neural Trainer, un sistema de nodos luminosos conectados por Bluetooth, también suma variedad a las terapias. Permite entrenar memoria, atención y coordinación a través de juegos interactivos que pueden hacerse de a uno o en pareja, usando manos o pies.
“El juego motiva, entretiene, y cuando se hace de a dos, además se trabaja lo social. Para nosotros, la motivación es clave”, enfatiza.

Tecnología asistiva: cuando lo digital se convierte en voz
Para pacientes con enfermedades neuromusculares severas, como la ELA, el equipo utiliza Tobii, un dispositivo que permite controlar una computadora con la mirada. Gracias a este software, es posible escribir, manejar redes sociales, leer noticias o enviar mensajes sin mover las manos ni emitir sonidos.
“El paciente lo opera con los ojos y el software tiene salida de voz. Es su forma de comunicarse, de trabajar, de seguir conectado con el mundo”, comenta Giménez.
Estas herramientas, explica, representan el costado asistivo de la tecnología, que no solo acompaña la rehabilitación, sino que compensa limitaciones funcionales, mejorando la calidad de vida.
IA, chips cerebrales y exoesqueletos: el horizonte tecnológico
Consultada sobre los avances que se vienen, Soledad no duda: el futuro traerá más desafíos. Uno de ellos es la integración de la inteligencia artificial en la práctica cotidiana.
“Todavía es una asignatura pendiente, pero nos va a servir como una herramienta compensatoria. Imagino un chatbot que conozca al paciente, lo guíe, le recuerde tomar la medicación o le proponga ejercicios personalizados. Eso sería fabuloso, sobre todo para personas con deterioro cognitivo”, proyecta.

También destaca el potencial de los chips e interfaces cerebro-computadora, aunque reconoce que requerirán una capacitación profunda de los profesionales.
En cuanto a los exoesqueletos, si bien reconoce que su implementación hoy es limitada por los costos, ve con esperanza la posibilidad de que en el futuro sean más accesibles:
“Ojalá podamos acceder en este país. Pero son indicaciones muy específicas. No sirven para todos los pacientes. Es el médico fisiatra quien debe evaluar cada caso y ver si es viable”.
Un enfoque crítico frente al avance digital
Aunque reconoce el valor de las tecnologías, Soledad mantiene una postura crítica frente a una posible dependencia excesiva. Ella misma, cuando usa IA para tareas profesionales, lo hace con precaución.
“Primero intento hacerlo yo. No quiero perder mi capacidad de razonar. Después, si algo no me cierra, ahí sí recurro a la IA para revisar o comparar”, admite.

Esa mirada es coherente con el abordaje terapéutico del Centro Hirsch: estimular al paciente para que haga por sí mismo todo lo que pueda hacer, y solo recurrir a herramientas compensatorias cuando es necesario.
“Si el paciente puede hacerlo, vamos a estimularlo para que lo haga. No se trata de reemplazar, sino de acompañar. Esa es la esencia de la terapia ocupacional”, remarca.
Tecnología local, capacitación y criterio profesional
Una ventaja de herramientas como MOTMI es que fueron desarrolladas en Argentina, lo que facilita el soporte técnico y las actualizaciones constantes. Pero para Giménez, el verdadero diferencial está en la capacitación y el criterio del profesional que las utiliza.
“Nosotros mismos tuvimos que aprender a usar MOTMI, practicar los ejercicios antes de dárselos al paciente. Es fundamental entender qué funciones corporales y mentales se ponen en juego en cada actividad”, señala.
La capacitación, insiste, es parte del proceso. Así como el paciente debe entrenar su cuerpo y su mente, el profesional debe entrenarse en nuevas herramientas, sin perder de vista el objetivo principal: la persona.

Rehabilitar es acompañar: el valor de lo humano en lo digital
La experiencia de Soledad Giménez deja claro que la tecnología puede ser una gran aliada en los procesos de rehabilitación, siempre que se mantenga el foco en lo humano. Desde sistemas que permiten ejercitarse con avatares hasta dispositivos que devuelven la voz a quienes la perdieron, la innovación ofrece múltiples caminos. Pero ningún algoritmo podrá reemplazar la sensibilidad, el criterio y el acompañamiento de un profesional comprometido.
“Nada va a acelerar el proceso de rehabilitación porque cada cuerpo, cada cerebro, responde distinto. Pero sí podemos hacerlo más motivador, más dinámico, más personalizado. Y eso ya es muchísimo”, concluye Giménez.
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