Columna de Opinion

¿También había que entrenarlas en habilidades blandas?

La irrupción de herramientas como Google Stitch plantea un nuevo desafío: mientras la inteligencia artificial automatiza procesos creativos y de comunicación, las habilidades blandas —esas que nos hacen humanos— se vuelven más valiosas que nunca.

Por Daniel Feijó, Director de la carrera de Ingeniería en Informática de la Universidad Austral.

Diseñar una aplicación requiere saber comunicarse, entender al otro, negociar, tomar decisiones en equipo. Lo que llamamos habilidades blandas: empatía, colaboración, creatividad, escucha activa.

En 2023, mientras evaluaba la tesis de una alumna de ingeniería notablemente creativa, me encontré con un caso inquietante: había entrenado una inteligencia artificial para adaptar un módulo de un conocido sistema de gestión de clientes. Le señalé que estaba adentrándose en un terreno delicado: el uso de la IA en ámbitos que involucran capacidades personales e interpersonales, fundamentales para que las personas se relacionen eficazmente con otros y se adapten a distintas situaciones.

La llegada de Google Stitch: una revolución en el diseño

Paradójicamente, un poco más de un año después, llegó Google Stitch, una flamante herramienta de inteligencia artificial lanzada oficialmente en mayo, que asistí a conocer de cerca en el Google I/O 2025. Stitch no solo revoluciona el diseño de interfaces y el desarrollo frontend, sino que también ilustra cómo la IA comienza a reemplazar ciertas habilidades blandas en los procesos creativos y colaborativos.

Al mismo tiempo, esta herramienta automatiza buena parte del trabajo inicial: convierte descripciones escritas en lenguaje común o simples bocetos en interfaces funcionales y código listo para usar. Así, se reduce la necesidad de reuniones, explicaciones y negociaciones previas entre los equipos.

Google Stitch, presentada en el I/O 2025, promete revolucionar el diseño de interfaces al transformar simples descripciones en prototipos funcionales, marcando un nuevo punto de inflexión entre la creatividad humana y la automatización.
Google Stitch, presentada en el I/O 2025, promete revolucionar el diseño de interfaces al transformar simples descripciones en prototipos funcionales, marcando un nuevo punto de inflexión entre la creatividad humana y la automatización.

Habilidades blandas en jaque

Esto significa que algunas habilidades blandas empiezan a ser reemplazadas, al menos en parte. Hablamos de la comunicación efectiva, clave para interpretar necesidades, negociar cambios y alinear expectativas entre equipos y clientes; de la empatía y la escucha activa, necesarias para entender el contexto del usuario y adaptar el diseño a sus verdaderas necesidades; de la colaboración y la gestión de conflictos, fundamentales para resolver desacuerdos entre perfiles técnicos y creativos; y de la creatividad técnica junto con la toma de decisiones, que permiten convertir ideas abstractas en soluciones visuales coherentes y funcionales.

Esto plantea una pregunta incómoda: si una herramienta puede hacerse cargo de parte del trabajo humano más interpersonal, ¿qué lugar queda para nosotros?

Incluso en metodologías ágiles como Scrum o Kanban, donde la comunicación constante es clave, Stitch acelera los procesos al punto de reducir la necesidad de reuniones o aclaraciones. ¿Una ventaja? Sin duda. ¿Una advertencia? También. Porque si bien la IA nos permite enfocarnos en lo estratégico (la visión, la solución de problemas complejos, la creatividad profunda), no deja de alterar el equilibrio humano del trabajo en equipo.

Hay una buena noticia: Stitch no lo hace todo. Al integrarse con plataformas como Figma, permite que los equipos vuelvan a tomar el control en etapas clave. Aplicar criterio, pensar en el usuario real, hacer ajustes sutiles. Aquí, las habilidades blandas vuelven a escena. Porque la IA puede generar un diseño funcional, pero no reemplaza la sensibilidad de entender a quién va dirigido.

Los dilemas éticos de la automatización

Sin embargo, el avance de la inteligencia artificial en estos procesos también plantea dilemas éticos importantes. Por ejemplo, al reducir la interacción humana, puede debilitar la empatía y la comprensión del contexto, aspectos que solo se desarrollan a través del contacto directo. Existe además el riesgo de que los sistemas reproduzcan sesgos presentes en los datos con los que fueron entrenados, lo que puede llevar a decisiones injustas o discriminatorias. La automatización de tareas vinculadas a la comunicación y a la gestión interpersonal también pone en riesgo el empleo y la dignidad del trabajo humano, lo que exige políticas que acompañen la reconversión y adaptación de las personas. Y no menor es la preocupación por la privacidad y el control de los datos, ya que estas herramientas procesan información sensible para generar soluciones o tomar decisiones de forma automática.

Por eso, necesitamos reglas claras. Que estas herramientas se desarrollen con transparencia, equidad, responsabilidad y respeto por los derechos humanos. Los equipos deben mantener la supervisión humana para evitar decisiones automatizadas opacas o discriminatorias, y fomentar un uso inclusivo que no agrave desigualdades preexistentes.

Moraleja: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Stitch representa un salto enorme en automatización de procesos creativos, pero también un recordatorio de que la tecnología debe estar al servicio de las personas. Y que las habilidades blandas, esas que nos hacen humanos, no deberían ser vistas como un obstáculo, sino como el diferencial que ninguna máquina puede replicar del todo.

Y ya sabemos: el tiempo es dinero. Pero el criterio, la empatía y el buen juicio no tienen precio.

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